Hoy nos gustaría compartir con todos vosotr@s el testimonio de Yolanda Peris y su interesante reflexión sobre el mundo del deporte y la menopausia.
Hace unos meses cuando se decretó el estado de alarma y nos vimos forzados a un confinamiento que dio la vuelta a todas nuestras rutinas habituales, siempre iba buscando lecturas sobre cómo influía el aislamiento a los diferentes colectivos de la sociedad. Había artículos para todos los gustos; las mascotas y el confinamiento, los trabajadores y el confinamiento, los niños y el confinamiento, y así hasta un largo etcétera que creo que me llevó a leer incluso acerca de los osos panda y el confinamiento. Sin embargo, por mucho que buscara eran muy pocas, se pueden contar con los dedos de una mano, las escasas menciones a la manera en la que el confinamiento estaba afectando a las mujeres menopáusicas. En una de ellas se invitaba (únicamente) al tai-chi, yoga y pilates para mantener la actividad física, y en otra se hablaba de la importancia del suelo pélvico, poco más. Es evidente que no tengo nada en contra del yoga o de pilates, y mucho menos sobre ejercitar el suelo pélvico, pero estas menciones me sirvieron para reafirmarme una vez más en mi opinión de que el colectivo de mujeres menopáusicas no nos visibilizamos como deberíamos, en muchos casos culpa nuestra y de la connotación negativa asociada a la palabra.
Para mí, que al igual que muchas de mis compañeras íbamos hasta entonces con regularidad al gimnasio de lunes a viernes, se me hacía increíble pensar que tendría que pasar tres meses sin esas rutinas tan habituales como imprescindibles. Para nosotras, en un momento de la vida en el que el cuerpo no te responde en muchas ocasiones como a ti te gustaría, en un momento en el que la osteoporosis se cruza en el camino con los problemas de tiroides, y tus brazos te piden a gritos que te preocupes de ellos, era un verdadero problema pensar lo que podía pasar durante todas esas semanas de inactividad.
Por suerte, bendito sea Zoom y los entrenadores generosos del planeta, fue posible reemprender desde casa una serie de rutinas diarias que me permitieron reconciliarme con la humanidad. Porque hay que destacar que cuando las endorfinas eran más necesarias que nunca en la vida no las estábamos generando. En mi caso gracias a los entrenos de NAKFIT bcn que nos permitieron entrar en sus comedores con nuestras garrafas de agua, los palos de escoba, y los paquetes de arroz, fue posible mantener una actividad constante y salvar por los pelos el confinamiento.
En cualquier caso el problema subsiste, y las mujeres menopáusicas en muchos casos somos vistas como un grupo de personas que deberíamos dedicarnos a la natación, el yoga o el tai-chi, con el total y absoluto respeto que tengo por todas esas disciplinas y sus beneficios para la salud, pero para las que parece que se cierran las puertas de otras actividades más intensas a las que todavía podemos optar. Por otro lado también es cierto que con el paso inexorable del tiempo necesitaríamos que lo que más nos gusta practicar pudiera compatibilizarse con una serie de rutinas pensadas para los cambios físicos que se producen (inútil negarlo) en el cuerpo de las mujeres menopáusicas. En un mundo ideal podríamos seguir el ritmo trepidante del CTC, el spinnning o el BootCamp, con una serie de entrenos pensados sólo para nosotras. Entrenos en los que los principales protagonistas fueran el abdomen, la parte inferior de los brazos (porque yo quiero llevar tirantes hasta los 95 años), el suelo pélvico, pectoral, y aquellos puntos más vulnerables que queramos o no, nos recuerdan que el tiempo pasa… ¡Y así sea!
Así que yo, que sigo entrenando desde el comedor de mi casa con
Abdes (NAKFIT bcn), un genio del deporte que consiguió remontar virtualmente mi rodilla durante el confinamiento, reivindico un mundo lleno de deporte y ejercicio para las menopáusicas, y que podamos decir bien alto la palabra sin que nadie a nuestro lado arrugue la nariz. ¡Porque nosotras lo valemos!
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